El talismán bretón de Pascale

‘Suite Armoricaine’, la oda al tiempo y a la juventud de la directora francesa presentada en el XII Festival de Cine Europeo de Sevilla

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Françoise (Valérie Dréville) deambula en silencio entre sus recuerdos como una espectadora de cincuenta años que ve su infancia transcurrir in situ, en el bosque bretón. El sonido de los pájaros es la banda sonora de un momento casi místico: es capaz de revivir su pasado y comprobar que a pesar del paso del tiempo su esencia ha permanecido intacta. La melodía cambia de registro para mostrar al contrapunto de la composición de Pascale Breton: Ion (Kaou Langoët), quien decide dormir a la interperie una gélida noche para escapar de sí mismo por vergüenza, porque al fin y al cabo, somos nuestra historia.

‘Suite Armoricaine’, más que una coincidencia inoportuna con la canción de Alan Stivell, es un punto de inflexión en la vida de la directora francesa que nos obliga a detenernos un momento en el camino, girarnos y contemplar lo que hemos dejado atrás, porque es la única forma de valorar el presente y avanzar. «El término permite narrar algo que ocurre muy rápido, contar algo muy dramático posteriormente o dar paso a una acción que transcurre con lentitud», también es una excusa para introducir el baile: la juventud está en constante movimiento y esta forma de expresión nos desinhibe hasta el punto de olvidarnos de los convencionalismos sociales y dejarnos llevar por el ritmo, fluyendo libremente en el espacio sobre cada nota musical.

Ion estudia geografía, Françoise, arte en Rennes y al acabar decide mudarse a París. Pascale Breton está presente en su película pero el espectador no la percibe hasta que ella decide mostrarse y no solo lo hace en la ficción. Mirada ausente, tímida sonrisa, se sienta apoyada completamente al respaldo del sofá, cruza las piernas y escucha atentamente la pregunta. Se incorpora y afirma que ama el cine: «comencé a ver películas cuando tenía siete años, una de las primeras fue…¡No recuerdo muy bien el título! Una en la que lanzaban un bebé al fuego…¡’Alejandro Nevski’ de Eisenstein!». Intenta contener la risa, pero es incapaz: ahora es una niña que entra con su padre a uno de los tantos cineclubs franceses de los años sesenta para coger una película de 16 milímetros. Su vida aún no tiene banda sonora pero tras un in crescendo, inicia sus estudios en literatura, más tarde, en geografía y dedica las tardes al cine; esto explica la cartografía, la orografía y los paisajes, el enfoque visual y pragmático, el liricismo y su particular narrativa, la conexión con la naturaleza y la fotografía aérea de su obra.

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A sus 54 años es consciente del impacto del paso del tiempo. Hace 34 años empezó como regidora en un cortometraje de un alumno del IDEC, la única escuela de cine en Francia anterior a La Fémis (École nationale supérieure des métiers de l’image et du son). En 1995 presenta su mediometraje cómico ‘La huitième nuit’ y tras varios proyectos estrena ‘Illumination‘ en 2004, con la cual se plantea hablar de la juventud desde diversos puntos de vista y lo consigue. Clet Beyer encarna a Ildutt,  joven antihéroe, un melancólico y depresivo pescador que ama: «Même si ça veut dire rien pour toi, même si  j’suis trop jeune, trop minable, trop maigre, trop malhabillé…Je t’aime!/ Aunque esto no signifique nada para ti, a pesar de ser muy joven, muy débil, de estar muy delgado y desaliñado…¡Te amo!».

En esta nueva historia, Dréville ha sido un apoyo fundamental, ha aportado mucho al personaje y en algún momento, su experiencia como actriz ha sido esencial para que su personaje logre expresar lo que el guión sugería. El reto de Françoise no es fácil: debe reorganizar su vida y comprender que no es una adolescente y mucho menos, una mujer casada; necesita ocupar el espacio en Rennes con sus pensamientos y el arte está ahí para sacarla de su ensimismamiento. Las pinturas, sus libros, los alumnos y su ciudad son su compañía hasta que descubra que es capaz de ligar e ilusionarse por alguien. «Comprendí que ella articulaba mi película. Su madurez, sus experiencias sociales y el haber crecido en el campo se aproximan a lo que concibí mientras escribía».

‘Suite Armoricaine’ está planteada desde la edad y experiencia de Pascale y pretende seguir indagando sobre la juventud y el amor. Este último, difícil de explicar, aunque se arriesga con su idea de ‘Amor’, como «algo que va íntimamente ligado a la felicidad», no hace distinciones porque cree que el amor es algo entre dos seres, la alegría que se vive día a día. Sus personajes no aprenden a amar, aunque eso parezca por los palos de ciego que se observan; han relegado a un segundo plano ese sentimiento porque debido a sus circunstancias personales, lo primordial es conseguir estabilidad emocional en ambos casos y en el de Ion, también social. «Kaou se parece a Johnny Rotten de los Sex Pistols», un ídolo de masas para muchas chicas que como Françoise, idealizaron el amor. Ion, por suerte o desgracia, es amado por su forma de ser y no por su apariencia porque su pareja es ciega (Manon Evenat) y este fuerte vínculo ha servido a la directora gala para reinterpretar  las relaciones y el amor, que va más allá de la sexualidad. Los dos están a otro nivel, independientemente de sus impedimentos físicos, «ella percibe el aura de Ion porque lo ama».

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Ion (kaou Langöet) y su novia ciega (Manon Evenat) en clases de geografía

Alcohol, drogas, sexo, discotecas y ‘Siouxsie and The Banshees’, un resumen del Rennes de los setenta y ochenta. Una generación que ha jugado en el terreno de las utopías, ha sido hippie y ‘punk’. Para Pascale el cambio más importante entre los jóvenes de su época y los contemporáneos es la actitud, el «miradnos, somos jóvenes, el centro del mundo», ha acabado. Los jóvenes actuales «son peores, muy tímidos y no tienen confianza en el futuro». Y aunque le cueste reconocerlo, los bretones de su edad ya eran así. Se enorgullece al decir que se ‘disfrazó’ de lo que se llevaba en su época, que disfrutó de un ambiente sin distinción de clases sociales, como ocurre en la mayoría de fiestas parisinas y que ha sobrevivido, porque gran parte de sus amigos y conocidos murieron a causa del SIDA o por el abuso de las drogas. Es necesario que Françoise lo viva porque es el motor de la historia y aquí es donde interviene Moon (Elina Löwensohn), madre de Ion e integrante de la ‘pandilla’ de la profesora de historia del arte.

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La juventud de Rennes en los años ochenta

Moon es de origen rumano, una homeless drogadicta y alcohólica a quien servicios sociales arrebató su hijo cuando era pequeño. Lo secuestró para estar con él y ahora que es mayor, Ion intenta rehacer su vida, empezar de cero. Asegura en la universidad que su padre lo abandonó y que su madre está muerta para evitar que esta lo encuentre, pero ella lo hace y se presenta allí con su nueva pareja y sus amigos, cuyos antecedentes son similares a los suyos.

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Moon (Elina Löwenshohn) encuentra a su hijo en la Universidad de Rennes

Elina encarna al desencadenante de los conflictos y su presencia en la película es muy simbólica, el único inconveniente es que la construcción y el desarrollo de su personaje no es el adecuado porque su caso es muy concreto y no engloba a la mayoría de los migrantes. Representa una situación que no es nueva, porque el desplazamiento de personas a Francia como consecuencia de la guerra se remonta a principios del siglo XX. En el largometraje se hace énfasis en el tratamiento como ciudadanos de segunda porque «el origen social predetermina el porvenir de una persona» y la relaciona con el concepto de ‘patria’, al que Breton alude feliz porque no ha sido politizado por la extrema derecha; en su definición, implica que la forma de ver el mundo varía de acuerdo al lugar en el que naces, tu tierra está en ti y es imposible olvidarla.

Pascale y Françoise habían hecho un mis de côté con Bretaña, su región. El Instituto de Estudios Bretones que aparece en la película es de su invención, lo más parecido en la realidad es L’Institut Celtique de Bretagne, gracias al cual, la protagonista conecta con la lengua de sus abuelos, con las costumbres y la magia del noroeste de Francia. «El cine me ha permitido plasmar  los recuerdos como imágenes debido a que transcurren así en nuestra mente», ve a su abuelo junto a ella recolectando plantas para hacer un amuleto contra el miedo, contempla Bretaña y se da cuenta que todo este tiempo se ha sentido incompleta porque la ha echado de menos, por ello se la ofrece a Ion, considera que él la merece y nos la ofrece a nosotros, el gesto más significativo y el desenlace de su suite.

‘Talismán’ para defirnir ‘Suite Armoricaine’

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Breton hace mucho énfasis en el tiempo y en la estela que deja a su paso. El cine le ha permitido coger fragmentos de vida e incluirlos en un film para la posteridad. Suscribe las palabras de Tchaikovski: «el cine es un mosaico del tiempo» y su dimensión engloba a la naturaleza, que suscitó tanto desconcierto a nuestros antepasados y lo sigue haciendo. «¿Una palabra para definir mi película?..¡Talismán!», supersticiosa o no, Pascale tiene muchos: un collar con una piedra de cuarzo para protegerse, un anillo de elefantes y otro con un pájaro sobre una rama, que simbolizan la fuerza y la libertad en el hogar, respectivamente. «Valérie se sorprendió en una escena en la cual tenía que atravesar un camino no muy lejos de Brest y los pájaros cantaban, el sonido es de ambiente porque amo a los pájaros y lo que representan».

Cada escena está muy bien pensada. Durante un año (de septiembre de 2014 a abril de 2015) la directora se estableció en Rennes junto a su equipo para planificarlo todo, porque se siente más segura cuando está todo ensayado y al ser improvisadora, tiene más margen a la hora de rodar. Se reunía con sus alumnos una vez a la semana y no hay plano que no haya sido trabajado en preproducción junto a Ton Harari, su director de fotografia, ya que creeen la importancia de «lo que quiero mostrar y lo que queda fuera».

Los fallos son imprevisibles y su equipo técnico no es numeroso. Contra todo pronóstico, han logrado salir airosos. El CNC (Centre Nationale de la Cinématographie) y la Région de Bretagne han contribuido económicamente al proyecto, el cual ha salido adelante gracias a las inversiones privadas dado que «el aporte público no era suficiente». Sus valedores empiezan a ver la recompensa al arduo trabajo por el que apostaron: la película ha recibido el Premio del Público en la 68ª edición del prestigioso Festival de Cine de Locarno y no ha hecho más que empezar su recorrido por festivales, como el de Cine Europeo de Sevilla.

Pascale Breton no está muy segura de la exactitud con la cual ha retratado a la juventud, pero tenía muchas ganas de hablar al respecto, «como Godard hizo con Carmen». En su momento vivió la experiencia de una residencia universitaria para artistas plásticos y le gustaría que esa idea se hiciera realidad, por ello, entre sus proyectos de futuro se encuentra una escuela de artes para trabajar con la autoficción, sobre el reflejo de la realidad de los alumnos. En paralelo a este taller, escribe dos guiones: «uno al inicio de los sesenta, sobre mi fecha de nacimiento y otro que transcurre en el futuro, algo un poco más filosófico».  La ficción se construye con trozos de realidad, esa es la premisa fundamental de Pascale. Su fórmula es un cine que se acerque más al arte, la excusa perfecta para plantear un paralelismo y generar debate: desde la ecología a la migración, indagando sobre la identidad, las relaciones interpersonales, la exteriorización de los sentimientos y la evolución de la sociedad. Esto es Suite Armoricaine.

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